En los mercados no hay maquillaje. Ahí se huele el hambre, la rabia y la esperanza con la misma fuerza. Y ahí estoy yo. No en la tele, no en TikTok, no escondido en una oficina.
Estoy donde el país lucha cada día por sobrevivir.
En una de las caminatas por el mercado de Japaleaca una señora me dijo:
—Chano, aquí todos los políticos nos han mentido. ¿Usted va a ser otro más?
Y le respondí con lo que soy: No vengo a prometer, vengo a barrer… y no voy a dejar ni una migaja de la mafiocracia.
Honduras no necesita más politiqueros. Necesita un líder que salga del pueblo, no de un pacto. Yo no tengo narcos que me financien, ni partidos grandes que me repartan credenciales. Pero tengo lo que ellos temen: tengo pueblo, tengo calle, tengo verdad.
La Casa Presidencial hoy es una fortaleza tomada por mafias. Pero eso se acaba. La llave la tiene la gente. Y esa llave está en las manos de los que venden baleadas, de los que sudan en las bananeras, de los que madrugan a buscar chamba y regresan sin nada.
No me crean porque lo digo bonito. Créanme porque lo estoy haciendo. Estoy donde los demás no pisan. Y desde ahí se ve claro: el cambio no viene de arriba. Viene del mercado. Viene del pueblo.
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¡Este año el cambio empieza por el primer nombre que aparece en la papeleta!