Huele mal ver niños husmeando la basura por un pedazo de pan; huele peor saber que el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) calculó que nos roban más de 77 mil millones de lempiras al año. Ese dinero se evapora en contratos inflados, ONG’s fantasma y subsidios que nunca llegan al barrio.
Cuando la corrupción mete mano, todo eso desaparece. Cada lempira robado se convierte en un plato vacío y en un joven que hace fila para migrar.
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Propuse transformar el actual Consejo Nacional Anticorrupción en una Comisión Internacional contra la Corrupción “hecha en casa”, con dientes reales para investigar y acusar.
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Ya agendé la rúbrica de un pacto vinculante con el CNA para blindar esas facultades y someter mi campaña —y mi futuro gobierno— a auditoría desde el día uno.
Estas son las primeras dos escobazos. Todo lo demás —imprescriptibilidad de delitos, fin de fueros, portal de contratos en tiempo real— lo estoy discutiendo con juristas, contadores y sociedad civil para presentarlo como paquete de ley en cuanto tomemos posesión.
El pueblo ya no aguanta excusas ni discursos reciclados. Mientras la vieja política todavía debate si la corrupción “es sistémica” o “cultural”, yo vengo con la escoba verde a barrer todo el polvo de una vez. El que se sienta incómodo, que se haga a un lado o que responda ante la justicia.
La corrupción huele mal; la Escoba Verde huele a futuro.
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¡Este año el cambio empieza por el primer nombre que aparece en la papeleta!